Día 1 — Oviedo y el origen del arte ramirense

La jornada comienza ascendiendo suavemente por las laderas del Naranco, donde la arquitectura regia dio algunos de sus pasos más audaces.

Santa María del Naranco
Elevada sobre un mirador natural, esta construcción palaciega sorprende por su elegancia geométrica y su capacidad para dialogar con el paisaje. Es un edificio adelantado a su tiempo, ejemplo de una arquitectura que buscó representar poder, refinamiento y modernidad en pleno siglo IX.

San Miguel de Lillo
Muy cerca, esta iglesia palatina conserva una parte de su volumen original, suficiente para apreciar su programa escultórico innovador y el cuidado con el que se trabajaron capiteles y relieves. El interior, íntimo y recogido, refleja la ambición ceremonial de la monarquía asturiana.

San Julián de los Prados (Santullano)
Uno de los templos más grandes y mejor conservados del periodo altomedieval. Su programa mural, donde arquitectura pintada y simbolismo litúrgico se integran con maestría, convierte este espacio en un ejemplo único dentro de la tradición carolingia y tardoantigua reinterpretada en Asturias.

San Tirso el Real
Aun muy transformado, conserva en su cabecera un elemento esencial: la ventana tripartita con celosía pétrea, uno de los símbolos más reconocibles del periodo alfonsino. Un fragmento que sigue hablando con fuerza de la sofisticación arquitectónica de su tiempo.

Día 2 — Valles tranquilos y la herencia visigoda

Entre pequeños pueblos, montes boscosos y ríos que avanzan en silencio, esta jornada muestra la continuidad entre las tradiciones visigodas y la identidad asturiana.

Santa María de Bendones
Un templo de estructura basilical pura, con cabecera tripartita y proporciones equilibradas. Su sobriedad remite a los primeros pasos de la arquitectura prerrománica, un periodo en el que el lenguaje constructivo se estaba definiendo con claridad.

San Pedro de Nora
Asomada al valle del Nora, esta iglesia sintetiza la esencia del modelo basilical asturiano: tres naves, nártex y una organización clara del espacio. Su presencia en un entorno silencioso resalta la armonía entre paisaje, rito y arquitectura.

Santo Adriano de Tuñón
Fundado por Alfonso III, este templo muestra un prerrománico ya maduro. En él se advierte la consolidación estilística del periodo, con una claridad compositiva que responde a las necesidades monásticas y políticas del reino.

Santa Cristina de Lena
Situada en un promontorio con vistas amplias a valles y montañas, Lena es única por su iconostasis visigoda reinterpretada y por la elegancia compacta de su interior. El templo invita a una lectura pausada de sus símbolos y de su excepcional continuidad con la tradición anterior al reino astur.

Día 3 — El territorio de Villaviciosa y la culminación del ciclo asturiano

El último día nos adentra en un paisaje suave, de pomaradas y valles luminosos, donde florecieron los templos finales del prerrománico.

San Salvador de Valdediós (El Conventín)
Uno de los edificios más finos de todo el ciclo. Su triple cabecera, sus proporciones delicadas y la calma del valle que lo acoge convierten este pequeño templo en una joya donde arquitectura y espiritualidad se entrelazan de manera excepcional.

San Salvador de Priesca
Entre los últimos templos prerrománicos, Priesca mantiene la estructura basilical clásica y parte de su decoración mural. Es una obra que muestra cómo el estilo se adapta y evoluciona hacia formas más tardías sin perder su esencia litúrgica.

Santa María de Arbazal
Un edificio discreto pero lleno de valor histórico. Sus elementos conservados permiten reconocer la transición hacia nuevas formas altomedievales, reflejando cómo el legado asturiano siguió vivo en entornos rurales y comunidades pequeñas.