El Algarve portugués, sus pueblos y sus paisajes

Día 1 Madrid –Cacela Velha – Tavira- Portimao

Día 1: Madrid – Cacela Velha – Tavira – Portimão

La jornada comienza temprano en Madrid, dejando atrás el bullicio de la capital para emprender un viaje hacia el sur, donde el calor del Algarve aguarda. La carretera se desliza entre paisajes cambiantes, hasta que finalmente la frontera con Portugal marca el inicio de una nueva atmósfera, más tranquila y luminosa.

La primera parada es Cacela Velha, un pequeño pueblo que parece haber sido sacado de un cuadro. Sus calles empedradas y casas encaladas se abren hacia la impresionante Ría Formosa, un mosaico de aguas tranquilas, arenas doradas y cielos infinitos. Desde la Igreja Matriz y la fortaleza, las vistas son un recordatorio de la belleza intacta del Algarve. Es un lugar para pasear despacio, absorber la calma y quizás probar un bocado de la gastronomía local en alguno de sus acogedores rincones.

Más adelante, Tavira se revela como un encuentro con la historia y la cultura. Esta ciudad, dividida por el río Gilão, está llena de encanto: un puente romano conecta ambas orillas, mientras que las calles empedradas invitan a descubrir iglesias, casas cubiertas de azulejos y plazas sombreadas. El tiempo parece detenerse mientras exploras el castillo y sus jardines, con vistas a los tejados típicos de la región. Un almuerzo a la orilla del río, acompañado de los sabores del mar, es el complemento perfecto antes de continuar el viaje.

Tavira: La joya histórica del Algarve

Tavira, ubicada en el este del Algarve, combina un rico patrimonio histórico, un ambiente relajado y una conexión especial con la naturaleza. Este destino es perfecto para quienes buscan explorar la cultura y la belleza del sur de Portugal.

Pasearemos por sus encaladas calles y disfrutarmos de la vista de los siguientes monumentos, seguro que te animas a entrar a alguno

Centro histórico y arquitectura encantadora

• Puente romano sobre el río Gilão: Este icónico puente, aunque de origen medieval, se construyó sobre restos romanos y ofrece vistas pintorescas del río y de los edificios a sus orillas.
• Calles empedradas y casas típicas: Pasear por el centro te permitirá admirar los tejados a cuatro aguas (típicos de Tavira), fachadas cubiertas de azulejos y las pequeñas plazas llenas de encanto.
• Castillo de Tavira: Explora las ruinas de este castillo morisco y disfruta de vistas panorámicas de la ciudad y la costa desde sus murallas.
• Iglesias históricas: Tavira tiene más de 20 iglesias, entre las que destacan:
  • Igreja de Santa Maria do Castelo: Antigua mezquita convertida en iglesia tras la Reconquista.
  • Igreja da Misericórdia: Famosa por su magnífico portal renacentista y azulejos en su interior.

Finalmente, la ruta te lleva hacia Portimão, donde la costa oeste del Algarve despliega su carácter vibrante. Al llegar, las luces de Praia da Rocha y el sonido del océano te invitan a relajarte tras un día lleno de paisajes, historia y sensaciones. Una cena frente al mar cierra este primer día, dejando el corazón lleno de promesas para el resto del viaje

Portimao Cena y Alojamiento

Día 2: Portimão – Cabo de San Vicente – Sagres – Burgau – Portimão

El segundo día comienza con la promesa del horizonte infinito. Desde Portimão, te diriges hacia el legendario Cabo de San Vicente, el fin del mundo para los antiguos navegantes, donde el Atlántico golpea con fuerza los imponentes acantilados. El faro, estoico y vigilante, ilumina aún hoy el que fuera un temido paso marítimo. Las vistas son un poema en azul y ocre, un lugar para sentir la inmensidad y dejarse llevar por la brisa cargada de salitre.

A solo unos minutos, Sagres te invita a revivir los días de la Era de los Descubrimientos. La Fortaleza de Sagres, con su austera belleza y sus impresionantes vistas al océano, guarda historias de exploradores que soñaron con tierras desconocidas. Caminar por este lugar es como retroceder en el tiempo, con el sonido del viento como único acompañante.

El viaje continúa hacia Burgau, un pequeño y encantador pueblo pesquero que parece suspendido en el tiempo. Sus casas encaladas, encaramadas sobre la colina, miran al mar como si estuvieran custodiando un secreto. Un paseo por su tranquila playa te permitirá sentir la sencillez y el encanto de este rincón del Algarve.

Al caer la tarde, regresas a Portimão, con el recuerdo de paisajes impresionantes, historias ancestrales y el sabor del Atlántico aún en los labios.

Día 3: Portimão – Lagos – Ferragudo – Carvoeiro – Playa de Marinha – Silves – Portimão

El amanecer en Portimão trae consigo la promesa de otro día inolvidable en el Algarve. La primera parada es Lagos, una ciudad que rezuma historia y belleza a partes iguales. Sus calles adoquinadas, salpicadas de cafés y tiendas locales, invitan a un paseo pausado. Aquí, los ecos de la Era de los Descubrimientos resuenan en cada rincón, desde el puerto hasta la imponente iglesia de Santo António. Opcionalmente, puedes embarcarte en una aventura por mar hacia la Ponta da Piedade, un paraíso de formaciones rocosas y cuevas que parecen esculpidas por manos divinas. Navegar entre estos arcos naturales, con el Atlántico como telón de fondo, es una experiencia que despierta admiración y calma a partes iguales.

De regreso a tierra, el viaje continúa hacia Ferragudo, un pintoresco pueblo pesquero que parece haber detenido el tiempo. Las casas blancas se apiñan sobre la colina, mirando al río Arade. Un paseo por sus tranquilas calles lleva al puerto, donde las coloridas barcas descansan al vaivén del agua. Aquí, el aroma del pescado fresco asado a la parrilla acompaña cada rincón, recordando las raíces marineras de este encantador lugar.

Más adelante, Carvoeiro aparece como un cuadro vivo. Este pequeño pueblo costero, enclavado en una cala, ofrece una mezcla de playas y acantilados que quitan el aliento. Caminar por sus estrechas calles y asomarse al mirador de Algar Seco es una experiencia que conecta con la esencia más pura del Algarve.

La tarde lleva a los majestuosos acantilados de la playa de Marinha, una de las joyas naturales de la región. Los tonos ocres de las rocas contrastan con el turquesa del mar, creando un espectáculo visual inolvidable. Descender a la playa es entrar en un refugio de paz y belleza, rodeado por la imponente naturaleza.

El último destino del día es Silves, una ciudad que respira historia en cada piedra. Su castillo de origen árabe, en lo alto de la colina, domina el paisaje con elegancia. Pasear por sus murallas mientras el sol se despide del día es como retroceder en el tiempo. Las calles empedradas y el ritmo tranquilo de Silves ofrecen un cierre perfecto para una jornada llena de contrastes.

De vuelta en Portimão, el cansancio del día se mezcla con la satisfacción de haber explorado algunos de los rincones más bellos del Algarve. Una última cena bajo las estrellas o junto al sonido del mar será el broche de oro para este día.

Cena y Alojamiento

Día 4: Portimão – Faro – Olhão – Madrid

El último día del viaje comienza temprano en Portimão, con el eco del Atlántico aún fresco en la memoria. El trayecto hacia el este te lleva a Faro, la capital del Algarve, una ciudad que combina elegancia histórica con la serenidad de la naturaleza. Al llegar, las murallas de la ciudad vieja, la Vila Adentro, te invitan a cruzar su arco de entrada y explorar un laberinto de calles empedradas. Las fachadas adornadas con azulejos y buganvillas trepadoras cuentan historias de siglos pasados. Desde la Catedral de Faro, una joya del barroco y el renacimiento, las vistas panorámicas ofrecen un último vistazo al mosaico de la Ría Formosa.

Tras un breve recorrido, el camino continúa hacia Olhão, un pueblo costero impregnado de vida marina y autenticidad. Este lugar, famoso por su estrecha relación con el mar, sorprende con su mercado cubierto, donde los pescadores locales exhiben sus capturas más frescas. Pasear por la ribera es una experiencia tranquila, con las coloridas barcas de pesca meciéndose en el puerto y los aromas del pescado asado invitando a una comida sencilla pero deliciosa.

Después de un almuerzo en Olhão, el viaje de regreso a Madrid se presenta como una transición suave entre la calma del Algarve y el pulso de la capital española. A medida que la distancia crece, los recuerdos de playas doradas, pueblos pintorescos y horizontes infinitos se convierten en un refugio mental al que siempre podrás volver.

Así concluye esta aventura por el Algarve, una tierra donde el tiempo parece fluir al ritmo de las olas y los días están llenos de luz, historia y paisajes que quedarán grabados en el alma.